Por Marcelo Pellandini
Un clásico es diferente. Lo vivís diferente en la semana, en la previa por cómo te preparás y descansás, en el vestuario y en la cancha. Cuando entrás a la cancha te olvidás de todo: sólo querés disfrutar, jugar bien, hacer tries y como resultado ganar. En definitiva ser feliz, que es lo que te da el rugby, ¿no?
Fue un año en el que terminamos clasificando al Top 14. Teníamos un plantel excelente: muy buenos jugadores, que estaban comprometidos con el club y le dedicaban mucho tiempo y entrenamientos. Más que el equipo, fue el plantel el que pudo tener una buena primera ronda. Ese año estuve intercalando con el Tano (Menghi) de apertura y también jugué de inside.
Personalmente, venía de ser papá ese año y hacía un año que no jugaba porque me había ido a España por laburo. Ya sabía que en julio me iba a vivir a Sudáfrica, así que era un año especial porque eran mis últimos 5 meses como jugador de rugby. Intenté tomármelo bastante en serio y entrenarme lo máximo posible. Tuve lesiones y desgarros, pero me pude acomodar y lo disfruté muchísimo.
Ese clásico fue una cosa impresionante, más para mí y algunos de mis compañeros por ser el último. Arrancamos muy mal e íbamos 14-0 abajo a los 20 minutos del primer tiempo. Yo arranqué de apertura y el 10 de ellos (Bruno Quercia) había un hecho un try que me pintó la cara; No lo podía creer. Encima Fede Nicolino también había hecho un try, entre mi posición y la de primer centro, Álvaro Lualdi. ¡Me quería morir! Estos pibes nos ganaban de nuevo, no puede ser. Justo en mi último clásico. Había que salir adelante.
Después de los 30 minutos, nos empezamos a acomodar un poco. Álvaro metió algunos penales a los palos y Lucas (Darby) hizo un try. Nos acomodamos, hasta que llegó mi try.
Se acababa el partido y faltarían 20 segundos. Recuperamos una pelota en nuestras 25 y Charlie Elder corre muchos metros pegado a la raya, del lado de la tribuna visitante. Tengo muy mala memoria, pero ese try no se olvida nunca más. Marito (Castany) le abre la pelota al Tano y yo estaba en la punta, rezagado y llegando con lo último sobre nuestra tribuna.
Ahí se vio la experiencia de Don Julio, que cruzó un derechazo clásico. Yo tenía enfrente a Plancha Gallardo, un segunda línea que sabía que no me podía alcanzar. Entonces la agarré de aire y apunté a la bandera. Llegué justo, agarré la pelota con las dos manos bien fuerte para que no se me escape y se desató el descontrol.
Fue una victoria increíble, impresionante. La verdad es que hacía mucho tiempo que no me acordaba de este partido. Es espectacular haberlo vivido. Me acuerdo de la gente, mis amigos…esas cosas que te da el deporte que no tiene precio.
¿Qué mensaje les daría a los jugadores? Que se diviertan porque pasa rápido el momento en el que uno puede jugar. Por compromisos y lesiones, la vida te lleva a no poder seguir jugando. Disfruten el partido de manera responsable. El año ya lo terminaron y pudieron hacer una buena segunda ronda, con un plantel joven que está creciendo y mucha gente e infraestructura detrás. Las finales se juegan como se juegan, pero se ganan. ¡Es a ganar o ganar! Les deseo todo lo mejor, suerte el sábado y desde acá lo vamos a seguir. ¡Les mando un abrazo muchachos!
El try de Marce Pellandini que valió un clásico
